En 1998 un Francés trato de suicidarse de un modo muy
especial. Se situó al borde de un acantilado, se ató una cuerda al cuello y la
amarró a una gran roca. Después ingirió veneno, se prendió fuego y mientras
saltaba desde el acantilado se disparó un tiro a la cabeza.
Pero la bala no dió
en el blanco, sino que cortó la soga y el hombre cayo al mar vivo, el agua
apagó el fuego y de tantas sacudidas vomitó el veneno. Pero al final logró su
cometido, murió de hipotermia horas después.